-
¿Tu crees en el destino?
Gabriel me miró
con curiosidad al hacerle la pregunta, mientras nos dirigíamos a la parte alta
de la villa, camino al restaurante.
-
Depende de lo que consideres destino.
Si entiendes por destino que todo lo que hacemos y haremos esta “escrito” en
algún sitio, e indefectiblemente ocurrirá, la respuesta es no. Sin embargo, si que creo que hay momentos,
hechos, en la vida de cada uno de nosotros, en los que no es casualidad que
ocurran acontecimientos. De hecho, no creo en las casualidades. Por eso pienso que no es fortuito que tu y yo
estemos aquí, que nos hayamos conocido. ¿O le propones a alguien que has visto
una o dos veces algo como lo que estamos haciendo, de forma habitual?
-
Por supuesto que no, pero…. Me ha parecido algo natural hacerlo contigo.
Lo cierto es que no lo he pensado, si lo hubiese hecho, no te habría dicho
nada, pero hay algo que me dice que estoy haciendo lo que debo hacer. Y no me preguntes que es, por que no lo se.
-
Esta bien, chica misteriosa, no
preguntaré. Creo que hemos llegado.
El restaurante,
como era previsible en esa época apenas tenía público. Era una pena que no
hiciese mejor tiempo para poder cenar en la terraza.
No me traía
buenos recuerdos, pero me encantó desde la primera vez que estuve y me resistía
a meterlo en el cajón del olvido por lo que pasó. Luchaba contra ese pinchazo
que sentía e intentaba que mis ojos no
reflejasen mi estado cada vez que volvía.
Decorado en tonos
oscuros, con luz tenue, propiciaba un ambiente de intimidad.
-
Hay otros sitios donde poder ir, pero
lo cierto es que te iba a proponer que viniésemos aquí cuando me lo has dicho.
Lo que quiero explicarte está relacionado con este restaurante. Digamos que
forma parte del rompecabezas.
-
Me reitero en el apelativo. ¿Y cuando
piensas empezar a contarme de que va esto, chica misteriosa?
-
Ya he empezado, aunque no te hayas
dado cuenta, desde nuestro “casual” encuentro en FNAC, ¿o piensas que fue
fortuito?
Me hizo gracia la
expresión que reflejó su cara. En un
gesto inconsciente, sus ojos se abrieron más de lo normal en una mezcla entre
asombro y perplejidad y su atractivo aumentó. Me lo hubiese comido a besos en ese momento.
En ese momento
vino el camarero a atendernos y nos acompañó a una mesa mientras nos dejaba las
cartas. Pedimos dos Martini con vodka mientras Gabriel dudaba entre decidir los
platos de la cena o seguir la conversación. Yo opté por mirar la carta, asi que
el hizo lo propio, supongo que por cortesía, por que su cara llevaba escrito el
mensaje: Cuéntamelo
Después de
decidir lo que íbamos a tomar y el camarero se retiró, me preguntó con impaciencia
-
Ahora si que no entiendo nada – me
dijo - ¿Que quieres decir?
-
Nada mas que lo que he dicho. Que el
encuentro no fue casual. Desde nuestro
primer encuentro en la cafetería, cuando te marchaste, llevábamos la misma
dirección. Yo entré a ver a una amiga que tiene una tienda de ropa en la calle
donde tuviste el accidente. Lo presencié, me acerqué a ver lo que acababa de ocurrir y
te reconocí. Llamé al 112 y esperé a que viniesen la ambulancia y la policía.
Después fui al hospital. Estabas en quirófano cuando vino tu familia y entonces
me marché. No sabía que decir. No te conocía, ni tu a mi. No hubiese podido dar
una explicación coherente salvo que era una ciudadana anónima que al presenciar
el accidente ejerció de buena samaritana.
Gabriel me miraba
escuchando sin parpadear, mientras la expresión de sorpresa había cambiado.
Ahora tenía un gesto serio.
-
Después fui llamando casi todos los
días al hospital para preguntar por tu estado.
Hasta que un buen día me dijeron que te habían dado el alta médica. No
supe que hacer. No sabía donde vivías, así que me presenté en el hospital diciendo
que era una amiga que acababa de llegar de Chile y que había hecho el viaje ex
profeso para verte. Que no sabía donde vivías por que te habías mudado y no tenía la nueva dirección. Supongo que la
historia le pareció creíble al funcionario de administración que me atendió y
me facilitó tu dirección. Durante un
tiempo estuve pensando en ir a visitarte, pero no me atreví, así que opté por montar una
especie de vigilancia cerca de tu portal hasta que un buen día te vi salir. Fue
el día de nuestro segundo encuentro. Por
eso no fue casual.
Durante unos
segundos se produjo un incómodo silencio
-
Sigo sin comprender por que yo.
Continuará....