EL
ENEMIGO
Mi
juventud no fue sino una tenebrosa borrasca,
Atravesada
aquí y allá por brillantes soles;
El
trueno y la lluvia han hecho tal desastre,
Que
restan en mi jardín muy pocos frutos bermejos.
He
aquí que he llegado al otoño de las ideas,
Y que
es preciso emplear la pala y los rastrillos
Para
acomodar de nuevo las tierras inundadas,
Donde
el agua horada hoyos grandes como tumbas.
Y
¿quién sabe si las flores nuevas con que sueño
Encontrarán
en este suelo lavado como una playa
El
místico alimento que haría su vigor?
-¡Oh,
dolor! ¡oh, dolor! ¡El Tiempo devora la vida,
Y el
oscuro Enemigo que nos roe el corazón
Con
la sangre que perdemos crece y se fortifica!
Charles
Baudelaire (Las Flores del Mal 1855).
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