"Nunca sabrás si fuiste tu
la causa de estos versos.
Si el dolor fue antes del estío
o lo trajo el vuelo de la alondra"
-
¿He superado el examen?
Me sentí como si me hubiesen
pillado haciendo algo malo
-
Aburrir no es la palabra. Solo observaba sus manos. En cualquier caso
no me negará que lo que me cuenta suena un tanto fantástico. Verá, no es que no
me interese lo que dice pero se me está haciendo tarde
Nuevamente sentí como sus ojos me
taladraban
-
Ya…., comprendo.
Otro escéptico. Pensé que no me equivocaba cuando me dirigí a usted. Por
cierto, me llamo Verónica.
-
Disculpe, yo soy
Gabriel. Mire, de verdad que lo siento pero tengo una entrevista en diez
minutos y no puedo llegar tarde. Si le parece bien podemos quedar en otro
momento y continuamos con la conversación. Dígame como puedo localizarla o un
número de tf y le llamaré.
Me dio un número de móvil y lo
anoté
-
Hasta pronto, le llamaré
-
No lo hará – me contestó
Salí con prisa. La tarde estaba fría
y gris, típica de un otoño que terminaba. Agradecí el cambio de
temperatura. La ciudad permanecía ajena
a sus habitantes Mientras caminaba por
Independencia en dirección al despacho de mi abogada, me fui fijando en las
expresiones de las personas que se cruzaban conmigo. Era una vieja costumbre.
Cuando alguna me llamaba la atención, le construía una historia, imaginaba como
sería su vida, según lo que me transmitía en ese instante. Alguna vez llegué a
pensar que conectaba con ellas.
Por un momento pensé en Verónica.
Lo cierto es que a pesar de que tenia una cierta curiosidad, no consideraba la
posibilidad de llamarla. Ahora tenía cosas más importantes por las que
preocuparme.
Llamé al timbre del portal y el
portero automático accionó el mecanismo de apertura. La puerta pesaba como un
demonio. Era la típica casa antigua con puerta de forja me acerqué hasta el
ascensor, que era tan antiguo como el edificio. Una obra de arte. La aspiración
de cualquier coleccionista de ascensores
La vivienda, habilitada como
despacho de abogados, seguía la misma tónica. Techos altísimos y una elegancia
con sabor a rancio que lo invadía todo
Paz me esperaba en el suyo.
Cuando la conocí me hizo gracia, y se lo dije, que llamándose así
hubiese elegido la rama matrimonialista, en su
profesión.
Repasamos brevemente el acuerdo
que se iba a firmar y mi nerviosismo se hizo más evidente
-
Tranquilo Gabriel – me dijo – es un buen acuerdo. El
mejor que podíamos obtener
-
No comparto eso, pero quiero terminar de una vez, ya lo
sabes
-
Si vamos a juicio no hay garantías de nada. Podría ser
mucho peor que esto
-
Vamos, cuanto antes mejor
Volver a verla me revolvió el
estómago. Después de tantos años no comprendía en que se había convertido. Las
personas cambiamos con el tiempo, es cierto. De hecho los dos habíamos cambiado
pero de forma divergente y llegó un momento en que ya no pude más. Dejé la que
había sido mi casa y supe que lo pagaría caro a los pocos días de hacerlo.
Empezó la manipulación con mis hijos y el intento de asfixia económica. Pero
cuanto más difícil me lo ponía mas claro tenía que había hecho lo correcto.
Treinta minutos más tarde el acuerdo
de divorcio estaba firmado y yo sentado de nuevo en la silla del despacho de
Paz.
-
Imagino como te sientes – me dijo – tu expresión lo
dice todo. ¿te apetece que vayamos a tomar algo?
Le miré sin contestar, era una
mujer de treinta y pocos años muy atractiva y, en otras circunstancias, hubiese
sido una compañía muy agradable, pero no me apetecía a pesar de agradecer su
intención y se lo dije.
Salí del edificio pensando en lo
que acababa de hacer, sabia que las
cosas no iban a ser fáciles a partir de ahora.
Apenas sentí el golpe. Un dolor
agudo en el costado y me di de bruces contra el suelo. Por un momento escuché
gritos.
Después todo se volvió oscuridad
y silencio….
Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario