“Cada gota que he perdido
alimenta la flor del amor vivido
formando lluvia, torrente o río
volando entre nubes
rumbo al jardín del olvido”
Me costó convencerlo de que solo había sido un momento de nostalgia provocado por la
música. Se disculpó por haber utilizado
el piano y quiso marcharse. Fueron unos
minutos incómodos hasta que se volvió a relajar el ambiente.
-
Tocas muy bien
-
No. He perdido mucho al no hacerlo
habitualmente. Lo hacía por puro placer y al no practicar… se pierde el duende
-
¿El duende?
-
Yo lo llamo así. Es la unión, la
fusión entre el instrumento y quien lo toca. Tiene que haber alma en lo que se
interpreta, si no… no funciona. Bueno, quizás sea una tontería, pero es mi
forma de entender la música. Si no hay
duende, si no tiene alma, no deja de ser un conjunto de sonidos más o menos
bien ejecutados pero que no llega al corazón de quien la escucha
Tenía una sonrisa
agradable, pero había un rictus permanente de tristeza en su cara cuando no
sonreía.
Mi curiosidad me
llevaba a elucubrar. No llevaba alianza, pero eso no significaba nada. Vestía
bien, se notaba que cuidaba los detalles,
pero a la vez tenía algo de descuidado.
Por sus miradas
sabía que le gustaba, o que no le disgustaba. Y
sus ojos eran del mismo color que los míos.
-
¿Ya has repartido tus deseos? - Me soltó Gabriel mientras servía el café
-
¿Qué?
-
Que si ya no te quedan deseos por
regalar. Fue lo que me dijiste cuando
nos conocimos ¿no lo recuerdas?
Me sentí incómoda
con la pregunta. Era cierto que no le había vuelto a mencionar el tema, pero
probablemente interpretó mal mi forma de “abordarle” en la cafetería.
-
Claro que lo recuerdo. Oye, no se lo que te imaginas, pero creo que
te estas equivocando.
-
¿Y que me imagino?, ¿En que me estoy
equivocando?
Me estaba
poniendo de mala leche la deriva de la conversación
-
Pues no se, a lo mejor pensaste que
estaba buscando un ligue fácil. Y si fue eso, te has columpiado de plano – Le
respondí con cara de pocos amigos – Será mejor que te termines el café y te
marches.
Su expresión
cambió radicalmente después de mis palabras.
-
Lo siento Verónica, te pido
disculpas. No había pensado eso y ni
mucho menos quería que te sintieses ofendida.
Me pareció
sincero al pedir perdón y acepté sus disculpas.
Por otro lado,
era lógica su duda. Me quedé pensando
unos instantes y aunque me parecía una locura, se lo propuse.
-
Me gustaría enseñarte algo
-
¿Ah si y que es?
-
El problema es que no está aquí,
habría que ir con coche para verlo
Su cara de
extrañeza me hizo cambiar de idea.
-
Perdona, déjalo. Tendrás compromisos.
-
No Verónica, no tengo ningún
compromiso. No trabajo todavía desde el accidente y en mi casa no me espera
nadie, estoy divorciado. Y me encantaría ver lo que quiera que sea que me
quieres enseñar.
-
Ya pero… es que lo mejor sería salir
ahora y volver mañana y es muy precipitado.
-
¿y que es?
-
No te lo voy a decir. Tendrías que
verlo para entenderlo, pero…
-
¿Me lo quieres enseñar o no? Con
tanto misterio ya tengo curiosidad, tiene que ser algo interesante. Dime al menos
donde está
-
¡Vale, vale! Está en la playa, en la
Costa Dorada. Vamos con mi coche. Cojo algo de ropa y salimos
-
De acuerdo pero, si no tienes
inconveniente, me tendrás que acercar a mi casa para hacer lo propio.
-
¡Claro, por supuesto! Enseguida estoy
…………………….
Salió deprisa de
la sala con la bandeja del café en las manos, casi tropezó con una silla y el contenido de la bandeja por alguna
paradoja de la ley de la gravedad, no acabó en el suelo de casualidad.
Estaba nerviosa y
sonreía más que antes
Yo estaba
francamente intrigado
Unos minutos mas
tarde volvió. Llevaba una pequeña bolsa de viaje.
-
¿Vamos?
-
Vamos
Bajamos al garaje
y el mando a distancia activó las luces de emergencia de un Honda al desconectar la alarma.
Subimos al
vehículo y por su forma de conducir al salir del garaje, pensé que iba a ser un
viaje divertido.
Continuará....
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